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Robótica en la primera infancia: desafíos y debate

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Es verdad, la tecnología, y en especial los robots, forman cada vez más parte de la vida cotidiana. Como usuarios, se interactúa constantemente con aparatos, casi sin registrarlo. Se dan instrucciones, se ordenan procesos y se delegan capacidades en interfaces que simplifican los quehaceres.

Entre tanto, pocas veces reflexionamos o nos cuestionamos sobre cómo se “educa” para interactuar con estas máquinas. Algunas acciones que parecerían innatas del ser humano, no lo son tanto. Se aprendieron en algún momento y de alguna manera.

La programación de objetos reales, es decir, la observación y el análisis de las acciones que los artefactos realizan a partir de una secuencia de órdenes y cómo se desenvuelven en el ambiente estimula el desarrollo de distintos procesos mentales. Y la interacción con la tecnología para solidificar estos aprendizajes acrecienta a este usuario co-tecnológico.

Los niños nacen ya ingenieros: desarman, preguntan cómo funcionan las cosas y construyen constantemente objetos y representaciones, plasmando la imaginación en estos exoesqueletos automatizados.

Sin embargo, desde la escuela todavía son pocas las prácticas que acompañan estos saberes para formar futuros usuarios, con un entendimiento profundo de los procesos tecnológicos plasmado en hacer para saber.

Robots para los más chicos

¿Es viable pensar en prácticas de este tipo en niños de menor edad? ¿Puede el jardín de infantes ser el semillero de seres pensantes sobre procesos tecnológicos? O lo que es mejor aún, ¿puede la tecnología ser la generadora de mejores formas de pensar?

Algunas investigaciones orientadas a este análisis demuestran que es posible trabajar con niños en los primeros años de la infancia, e incorporar actividades lúdicas a la jornada escolar donde los alumnos dan sus primeros pasos en la programación y la robótica.

En esta línea, se destaca la investigación de la argentina Marina Umaschi Bers, egresada de la carrera de comunicación de la Universidad de Buenos Aires, desde la Universidad de Tufts, en Medford (Massachusetts).

Discípula de Seymour Papert y Mitchell Resnick, en 15 años de trabajo, ha concebido y desarrollado diversas herramientas tecnológicas, desde la robótica hasta los mundos virtuales. En ese tiempo realizó estudios en programas escolares, museos y hospitales, así como en escuelas de los EE.UU., Argentina, Colombia, España, Costa Rica y Tailandia.

Su investigación reciente se centra en cómo las nuevas tecnologías, tales como la robótica, amplían las posibilidades de las lecciones de aprendizaje tradicional, al punto de ser utilizados con éxito para promover la matemática, la ciencia, la tecnología y la ingeniería en la primera infancia, junto con el desarrollo socio-emocional. Así lo desarrolla en sus libros: De los Bloques a los Robots: Aprendiendo a través de la tecnología en el aula de la primera infancia (2007) y Diseñando Experiencias Digitales para el desarrollo positivo de la juventud: del Corralito al patio de Juegos (2012) .

En sus trabajos examina, por ejemplo, el impacto de la programación de los robots en la capacidad de secuenciación en la primera infancia, y la relación entre estas habilidades, la clasificación por tamaño y la influencia del espacio.

Los chicos trabajan con un sistema creado por el equipo de investigación que ella dirige denominado Ambientes creativos híbridos para la programación en robótica (CHERP), un sistema híbrido de programación que combina el mundo físico con el virtual. Así, los niños enlazan bloques de madera que identifican distintas instrucciones: avanzar, retroceder, girar a la izquierda o a la derecha, ejecutar un sonido, entre otros. Ordenan la secuencia de instrucciones que desean que su robot ejecute, tal como muestra la imagen destacada.

Estos bloques no poseen componentes electrónicos integrados o fuentes de alimentación. En su lugar, utiliza una webcam para tomar una foto de su programa que luego se convierte en un código digital. Éste código generado se transfiere al robot, y así observan los resultados de su programación. Enmarcadas en temáticas significativas para los niños, las actividades integran lo artístico, lo lúdico y lo expresivo.

Aunque todavía hay mucho que aprender sobre el impacto de las distintas tecnologías digitales en el desarrollo de los niños pequeños, el trabajo realizado por Umaschi Bers y su equipo demuestra que es posible enseñar a los niños a programar un robot a una edad muy temprana y que, en este proceso, no sólo pueden aprender acerca de la tecnología y la ingeniería, sino también aumentar sus habilidades secuenciales aplicables a varios estadios de la primera infancia.

Referencias

Robótica en educación infantil

●     “La robótica como apoyo al aprendizaje” en Lrobotikas

●     “Zona autómata” en Robótica Educativa

●     TangibleK

●     Marina Bers: publicaciones


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